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domingo, 28 de diciembre de 2008

TXALAPARTA: UN INSTRUMENTO A GOLPE DE CORAZÓN por Josu Goiri (Revista Música Global)

El origen de la txalaparta [se pronuncia chalaparta] se pierde en el tiempo, pero puede ser que el primitivo vasco ya tocara este ritmo en las cuevas. La misma necesidad que le movía a dibujar figuras de animales en sus paredes, puede que le impulsara a imitar sus sonidos. De esta forma pudo surgir el ritmo de la txalaparta, ya que su sonido nos recuerda el galope del caballo. Una de las acepciones de la txalaparta parece que nos aproxima a esta idea de zaldiparta (de zaldi = caballo). De aquí parece proceder también el irrintzi (grito) vasco, el cual se asemeja al relincho de un caballo.
A este primer componente de la txalaparta se le añadieron los ritmos que la componen, siendo uno fijo y el otro libre. El ritmo fijo es el denominado txakun [se pronuncia chacun] y consiste en la repetición de su onomatopeya mientras se toca. Este ritmo fijo deja un espacio en el que se mete el ritmo libre que se denomina herrena. Entre estos dos ritmos se produce una alternancia pendular que indica cuándo debe ser introducido cada uno de ellos. La txalaparta es tocada por dos personas, y cada cual asumirá uno de los dos papeles o ritmos. El txakun tratará de mantener su sitio fijo, y el herrena (= cojo) tratará de desplazarlo, desviarlo, complementándolo, no obstante, para crear entre los dos un canto que, según Oteiza, no va dirigido contra la naturaleza o hacia afuera, sino hacia adentro, buscando un ensimismamiento.
Con el paso del tiempo, la primitiva piedra en la que se producían estos ritmos se convirtió en madera para darnos la actual txalaparta. Pasemos por tanto a describirla. La txalaparta son unos tablones de madera colocados horizontalmente sobre los que se percute con unas makilas (= bastones de percusión) con un movimiento de arriba a abajo. Entre los tablones y el suelo se coloca un soporte sobre el que se ponen hojas de maíz, hierbas en un saco o, más actualmente, esponjas o tiras de piel. La razón para ello se basa en permitir que los tablones puedan saltar y convertir la vibración en sonido. Si no se cuida bien este detalle, se pueden perder innecesariamente vibraciones a través de un soporte que absorba la vibración y haga perder calidad al sonido. Antiguamente se solían utilizar cestos, sillas y otro tipo de soportes, llegándose incluso a utilizar agujeros en el monte para montar la txalaparta o la tobera, que consiste en un tubo de metal hueco que se suspende por sus dos extremos. No obstante, la imagen más extendida de la txalaparta es aquella montada sobre cestos con hojas de maíz entre ellos y los tablones.
La madera utilizada en la construcción de la txalaparta es muy variada. Hoy en día se usan muchos tipos distintos. Entre las maderas más usadas están el aliso, el cerezo, el castaño, el olmo, la acacia y el plátano, aunque se pueden usar muchas otras como el arce, el tejo, etc. El aliso suele ser una buena madera ya que tiene muchos nudos y éstos son pequeños; de esta forma se tienen más zonas de sonido por los nudos y éstos, al ser pequeños, no provocan ese sonido seco y molesto característico de los nudos grandes y de las maderas en mal estado. Una vez elegida la madera, deberemos cortarla, cepillarla y lijarla para que su sonido mejore. Algunos txalapartaris (así se denomina a los que tocan el instrumento) usan maderas no autóctonas como el elondón, el sirocco, el sapeli...; es decir, maderas del trópico. Hay un grupo de txalapartaris que usan las traviesas del tren como material para fabricar sus instrumentos. En cuanto a las makilas, se usa madera pesada y dura como la encina, el roble, el tejo o también el elondón, sin embargo hay algunos que usan maderas más ligeras y flexibles como la del avellano. Es conveniente dejar secar la madera por lo menos durante un año, ya que así mejorará su sonido. No obstante, para un buen secado se necesitará un año por cada centímetro de grosor de la tabla.
Las medidas del instrumento varían según los txalapartaris. Una medida más o menos estándar para los tablones podría ser la de dos metros de largo, 16 centímetros de ancho y cinco de grosor. A la hora de elegir la medida deberemos tomar en cuenta el tipo de madera y de tabla que tenemos. Variando las medidas cambiarán las cualidades de la txalaparta que estemos haciendo. Si las medidas son grandes, el sonido será más potente y los graves, más relevantes. Si las medidas son más pequeñas, sacaremos más cualidades y los agudos cobrarán mayor importancia, aunque perderemos potencia de sonoridad. A la hora de hacer una txalaparta no bastará con que hayamos encontrado tablones más o menos buenos, sino que debemos ponerlos juntos (la txalaparta se puede hacer de 1, 2, 3 o 4 tablones) para que, entre todos, obtengamos la txalaparta que deseamos (diferentes sonidos bien contrastados entre las tablas, sin saltos entre las características de unas y otras, y si los hubiere, buscar un tablón de puente entre ellas; diferencias de sonido en la tabla misma, etc.). Las medidas son algo con lo que podemos jugar a la hora de sacar más posibilidades a la txalaparta que queremos hacer, pudiendo meter tablas de diferente largo, anchura o espesor, aunque por lo general, las tablas de una txalaparta se cortarán de la misma medida.
Las makilas suelen ser de cuatro centímetros de diámetro en su parte ancha de abajo, y de dos y medio en su parta estrecha, siendo su forma la de un cono truncado por arriba y con una media esfera en su parte inferior. El largo es de unos 55 centímetros. Estas medidas pueden variar según la mano del txalapartari o de los tipos de ritmos que se deseen ejecutar. Así, podemos variar esta proporción para concentrar el peso más abajo (para toques más concretos sobre la txalaparta) o al revés, si queremos tocar ritmos más vivos (al mantener la proporción o disminuir la diferencia entre sus partes).
Tanto las makilas como los tablones tienden a ser más pequeños que antaño. Las makilas podían llegar a medir hasta 80 centímetros y ser más anchas. En cuanto a las tablas, la medida podía ser solo un poco mayor que las dadas, pero hoy en día ya se empiezan a usar tablones de hasta solo 80 cm.
Una vez que tenemos el material, sólo nos queda tocar, hacer vibrar la txalaparta y vibrar nosotros con ella. El movimiento de las makilas es de arriba a abajo, siendo cogidas por su centro. Este movimiento no es muy habitual en los instrumentos de percusión, y suele clasificarse como de bastón de percusión. Si tenemos en cuenta que en los ritmos primitivos la atención se lleva a los pies y que después la sensación rítmica nos llegará a través de las piernas, vemos cómo se crean diferentes movimientos de arriba a abajo y de abajo a arriba, participando el cuerpo entero a la hora de tocar. Además, las manos se alternan produciendo a su vez una alternancia de las partes del cuerpo correspondientes con la columna vertebral como eje de los mismos. Esta forma de percusión es semejante a la de algunos instrumentos de Asia y África, y sigue el mismo esquema de movimiento vertical que se utiliza para moler el maíz y otros productos agrícolas siguiendo un ritmo determinado.
Hoy en día, la txalaparta nos ha llegado a través de las fiestas de la sidra y los que la tocaban habían olvidado de dónde procede. También nos ha llegado el uso de la txalaparta como medio de pasar avisos. Están recogidos avisos de que la elaboración de la sidra ha acabado, de fuego, de fiesta, de muerto o para recoger el ganado, entre otras, es decir que cumple una función similar a la que desempeñan las campanas. En tiempos en que no había el ruido que hay hoy, de monte a monte la txalaparta podía tener un alcance de 5 o 6 kilómetros.
En las fiestas de la sidra antes de la txalaparta se tocaba un cuerno, que era como un aviso de que la txalaparta iba a ser interpretada. Además de la txalaparta se reunían otros elementos que daban sentido a la mentalidad y mundo de los que allí ser reunían. De esta forma, junto a la txalaparta se reunían bertsolaris (= hacedores o improvisadores de cuentos), kontalaris (= contadores de kontu zaharrak = cuentos viejos) y otras formas antiguas de transmisión cultural. La improvisación era un elemento fundamental e incluso aunque un cuento fuera viejo, era contado en el momento de otra forma, adquiriendo sentido y elementos nuevos. Dentro de esos esquemas, la txalaparta era un elemento más para abrir el camino a la intuición y servía para mostrar aquello que no bastaba con que fuera dicho, sino que tenía que ser mostrado.
Entonces, ¿qué sentidos puede guardar la txalaparta? Los sentidos de la txalaparta cobraban validez dentro de unos esquemas que se reproducían dentro de la memoria colectiva vasca. De esta forma vemos cómo a la imitación buscada por el ser primitivo vasco se le unió un ritmo fijo y otro libre. El primero era definido por su onomatopeya y el segundo se conoce como cojo. Dentro de la mitología y los cuentos vascos, los personajes raros o no normales, es decir, que se salen de la regla, son descritos por sus defectos en los pies, en su manera de andar o por tener un solo pie. Los dos entran en juego en el toque de la txalaparta, y aunque uno trate de desplazar al otro según su habilidad, entre los dos componen lo que está sonando. A veces, estos eran auténticos desafíos que acababan cuando el uno conseguía confundir (o mezclar = nahastu en euskera[vascuence]) al otro, que se equivocaba al llevar su ritmo. Otras veces se producía una integración entre los dos, esperando uno al otro para que no se mezclara, es decir, confundiera. Estas mismas dualidades se reproducen en las formas de definir lo fijo o necesario (beherra = lana, trabajo, que en euskera se define también como lo fijo, necesario) y lo libre (astia = tiempo libre, ocio).
Otro de los sentidos ocultos es el del juego entre Ahal (= la energía potencial) e Indar (= la fuerza). La txalaparta se basa en la alternancia de sus ritmos para que no se produzca una mezcla de los mismos. A su vez, las dos manos se alternan para producir el txakun. El verbo alternar en euskera se forma de aldikatu, aldi-ka-tu. De Ahal sale aldi, que es la concentración de energía potencial, el -ka- se refiere al andar de la energía y el sufijo -tu se usa para formar participios. Es decir que en la txalaparta no solo importa la fuerza (Indar) que se manifiesta al pegar o tocar, sino que tenemos que contar el silencio que guardaremos en la alternancia del txakun y la entrada del herrena, para seguir guardando nuestra energía y no llenarnos, lo cual crearía la mezcla o confusión. Estos mismos esquemas se reproducen en otras tradiciones vascas, como ser el juego del frontón.
Ya he explicado la forma de tocar la txalaparta con sus sentidos de arriba a abajo y de abajo a arriba dentro de la alternancia de las partes del cuerpo. En esto podemos ver un conocimiento y una forma de sentir el cuerpo. En este uso integral del cuerpo se produce un equilibrio rítmico del mismo. Deberíamos puntualizar aquí la semejanza entre los dos toques del txakun y los latidos del corazón (biholza = dos sonidos).
Antiguamente se tocaba un solo tablón, por lo que podemos deducir que lo importante era el ritmo y su reproducción. Algunos txalapartaris comentan que hay momentos en que sienten la necesidad de reproducir estos ritmos y usan cualquier material que tengan a mano, lo que parece corroborar lo antes dicho.
Una característica que suele ser general para los ritmos primitivos es asociar éstos con los materiales. Para los ritmos antes descritos se han usado las piedras en las cuevas primitivas y, más tarde, la madera utilizada para los tablones, o las hojas de maíz y los cestos, sacados estos últimos del trabajo cotidiano.
El descubrimiento de otros sentidos se nos escapa cada vez más, pero en algunas ocasiones el uso de la txalaparta se unía a la noche y era en ella cuando debía ser tocada. Puede haber sido usada en los aquelarres vascos, por sus ritmos repetitivos provocadores de la pérdida del sentido del espacio y el tiempo. Todos esos sentidos cobraban valor dentro de un contexto cultural en el que la txalaparta era un instrumento o intermediario entre el que tocaba o la oía, y un conocimiento acumulado y trasmitido durante muchos siglos del ser vasco en su relación con su entorno inmediato.


Fuente: Periodista Digital

TXALAPARTA

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