Se acabó el «ya falta menos». Los Sanfermines de Iruñea arrancaron ayer. Miles de personas se congregaron en la Plaza del Ayuntamiento para presenciar el cohete que da comienzo a una de las fiestas populares más famosas del mundo. La alcaldesa, Yolanda Barcina, mantuvo el veto a la ikurriña. Sin embargo, una gigantesca pancarta en favor de los presos volvió a colarse bajo el balcón.
Estalló la fiesta. No hay otra forma de contarlo. La gente se amontonaba desde las nueve de la mañana en la Plaza del Ayuntamiento de Iruñea. Una masa compacta se sacudía, cantaba y gritaba a la espera de que se abriera el balcón y escuchar el txupinazo que da comienzo a los Sanfermines, las fiestas grandes de Iruñea, llenas de devoción hacia el vino, la fiesta, y hacia un santo que, según los historiadores, nunca existió.
Maite Esporrín, del PSN, prendió el cohete que despierta una fiesta. En palabras del Nobel de Literatura y premio Pulitzer Ernest Hemingway (que pisó Iruñea por última vez hace exactamente cincuenta años) despertó el «animal que abraza la ciudad durante nueve días». La multitud, alzando sus pañuelos, recibió con el rugido de alegría de mil gargantas el estallido de las doce, que da comienzo al desenfreno de una de las fiestas populares más famosas del mundo. La mayoría lucía el blanco y rojo tradicional, pero hacía tiempo que la multitud había virado su tonalidad hacia el morado del vino y el amarillo del colorante para paellas.
Esporrín, emocionada, gritó «Viva San Fermín, Gora San Fermín». La décima mujer de la historia encargada de dar comienzo a las fiestas de Iruñea aseguró después que fue «muy bonito, fantástico, maravilloso, una verdadera simbiosis con la ciudadanía».
La portavoz del PSN no debió ver la pancarta exigiendo el regreso a Euskal Herria de los presos y los refugiados políticos, que logró alzarse en la plaza cinco minutos antes de que el cohete se alzara por los aires. Decenas de personas lograron burlar a los policías, sacando el estandarte desde uno de los portales de la plaza del Ayuntamiento. Esporrín se había negado una semana antes a exhibir, como pendón, una ikurriña desde el balcón antes prender el cohete, como pidieron los concejales de la izquierda abertzale.
La fuerzas de seguridad habían dispuesto una doble barrera. En un primer término, se encontraban desplegados los nacionales, con equipo de antidisturbios. Poco más adelante, cortando todos los accesos a la plaza, se colocaban decenas de agentes de la Policía Municipal, que patrulló la plaza desde las primeras horas del seis de julio. Desde los balcones, los iruindarras coreaban a su paso la melodía de las películas de Loca Academia de Policía.
Las dos pancartas entraron a la plaza por detrás del blindaje policial, desde uno de los portales de la plaza, pero sólo una consiguió ser levantada. La segunda acabó destrozada por las mareas humanas mientras era trasladada hacia el centro. La enorme pancarta no llegó hasta las puertas del Ayuntamiento hasta pasado el txupinazo. Cuando salieron los txistularis y la Pamplonesa, se encontraba ya prácticamente hecha añicos.
La izquierda abertzale denunció posteriormente los intentos de impedir que la bandera vasca estuviera presente en el txupinazo. La «imposición» y el intento por parte del Ayuntamiento «anular la personalidad de nuestro pueblo».
El honor de lanzar el cohete anunciador de los Sanfermines rota entre los distintos grupos del Ayuntamiento. Así, Esporrín recogió el testigo a Uxue Barkos (de NaBai) y el año que viene le llegará el turno a Mariné Pueyo.
La fiesta durará nueve días, con sus noches, donde, como narraba Hemingway, continuará la fiesta y continuará el ruido, donde «todas las cosas que ocurrien, sólo podrían haber ocurrido durante la Fiesta». Donde, al final, todo se vuelve irreal, y «da la sensación de que nada tiene la menor consecuencia». Es más, según Hemingway, durante Sanfermines, «pensar en consecuencias de cualquier clase parece algo absolutamente fuera de lugar».
70 años de cohete
La tradición de lanzar el txupinazo cumplió ayer 70 años. Finalmente, la referencia que se toma es la del cohete cohete que dispararon Joaquín Ilundain y José María Pérez Salazar, pese a que anteriormente Juan Etxepare ya había iniciado esta tradición. Etxepare prendía la mecha en la plaza del Castillo desde el año 1931. Sin embargo, Ilundain convenció, en el año 1941, al Ayuntamiento para institucionalizar un acto que ahora es uno de los más famosos de estas fiestas y el más emotivo para los iruindarras. Desde 1979, el honor de prender la mecha que da inicio a los Sanfermines ha recaído en miembros del Ayuntamiento, salvo en tres excepciones: el capitán de Osasuna (César Palacios), el presidente del equipo de balonmano Portland San Antonio Fermín Tajadura (2001) y el propio José María Pérez Salazar que lo hizo en 1991, cincuenta años después del primer txupinazo oficial. Su compañero Ilundain había fallecido poco antes.
Cierran el paso a la camiseta de Mariné Pueyo
Dentro del Ayuntamiento, el lanzamiento del txupinazo volvió a vivirse entre polémica. La concejala de la izquierda abertzale, Mariné Pueyo, intentó salir al balcón municipal con una camiseta con los colores de la ikurriña, pero los policías municipales se lo impidieron, llevando a la práctica la polémica Ley de Símbolos. Pese a todo, el nivel de enfrentamiento no alcanzó la gravedad del año pasado, cuando la portavoz de ANV también intentó que la bandera vasca estuviera presente de alguna forma en el balcón y terminó siendo llevada a juicio.
Así, el único gesto en favor del sentimiento vasco que se hizo del Ayuntamiento fue el tradicional «gora San Fermín» de la portavoz del PSN encargada de lanzar el txupinazo, que ni siquiera felicitó las fiestas en euskara a los iruindarras.
Como es habitual, dentro del Consistorio se reunieron, además de los miembros de la corporación, otras personalidades entre las que destacaban el cineasta Juan José Bigas Luna, el productor cinematográfico Chris Cary y el productor musical de grupos como Judas Priest o Led Zeppelin, Bill Curbishliw, junto a su mujer y dos hijos.
Asimismo, estuvieron presentes altos cargos del Gobierno de Nafarroa, como el presidente Miguel Sanz y el eurodiputado del PP, Pablo Zalba. Tampoco se perdió la cita el secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido, que un poco antes se había reunido con el presidente del Gobierno de Nafarroa, Miguel Sanz.
Fuente: GARA
Estalló la fiesta. No hay otra forma de contarlo. La gente se amontonaba desde las nueve de la mañana en la Plaza del Ayuntamiento de Iruñea. Una masa compacta se sacudía, cantaba y gritaba a la espera de que se abriera el balcón y escuchar el txupinazo que da comienzo a los Sanfermines, las fiestas grandes de Iruñea, llenas de devoción hacia el vino, la fiesta, y hacia un santo que, según los historiadores, nunca existió.
Maite Esporrín, del PSN, prendió el cohete que despierta una fiesta. En palabras del Nobel de Literatura y premio Pulitzer Ernest Hemingway (que pisó Iruñea por última vez hace exactamente cincuenta años) despertó el «animal que abraza la ciudad durante nueve días». La multitud, alzando sus pañuelos, recibió con el rugido de alegría de mil gargantas el estallido de las doce, que da comienzo al desenfreno de una de las fiestas populares más famosas del mundo. La mayoría lucía el blanco y rojo tradicional, pero hacía tiempo que la multitud había virado su tonalidad hacia el morado del vino y el amarillo del colorante para paellas.
Esporrín, emocionada, gritó «Viva San Fermín, Gora San Fermín». La décima mujer de la historia encargada de dar comienzo a las fiestas de Iruñea aseguró después que fue «muy bonito, fantástico, maravilloso, una verdadera simbiosis con la ciudadanía».
La portavoz del PSN no debió ver la pancarta exigiendo el regreso a Euskal Herria de los presos y los refugiados políticos, que logró alzarse en la plaza cinco minutos antes de que el cohete se alzara por los aires. Decenas de personas lograron burlar a los policías, sacando el estandarte desde uno de los portales de la plaza del Ayuntamiento. Esporrín se había negado una semana antes a exhibir, como pendón, una ikurriña desde el balcón antes prender el cohete, como pidieron los concejales de la izquierda abertzale.
La fuerzas de seguridad habían dispuesto una doble barrera. En un primer término, se encontraban desplegados los nacionales, con equipo de antidisturbios. Poco más adelante, cortando todos los accesos a la plaza, se colocaban decenas de agentes de la Policía Municipal, que patrulló la plaza desde las primeras horas del seis de julio. Desde los balcones, los iruindarras coreaban a su paso la melodía de las películas de Loca Academia de Policía.
Las dos pancartas entraron a la plaza por detrás del blindaje policial, desde uno de los portales de la plaza, pero sólo una consiguió ser levantada. La segunda acabó destrozada por las mareas humanas mientras era trasladada hacia el centro. La enorme pancarta no llegó hasta las puertas del Ayuntamiento hasta pasado el txupinazo. Cuando salieron los txistularis y la Pamplonesa, se encontraba ya prácticamente hecha añicos.
La izquierda abertzale denunció posteriormente los intentos de impedir que la bandera vasca estuviera presente en el txupinazo. La «imposición» y el intento por parte del Ayuntamiento «anular la personalidad de nuestro pueblo».
El honor de lanzar el cohete anunciador de los Sanfermines rota entre los distintos grupos del Ayuntamiento. Así, Esporrín recogió el testigo a Uxue Barkos (de NaBai) y el año que viene le llegará el turno a Mariné Pueyo.
La fiesta durará nueve días, con sus noches, donde, como narraba Hemingway, continuará la fiesta y continuará el ruido, donde «todas las cosas que ocurrien, sólo podrían haber ocurrido durante la Fiesta». Donde, al final, todo se vuelve irreal, y «da la sensación de que nada tiene la menor consecuencia». Es más, según Hemingway, durante Sanfermines, «pensar en consecuencias de cualquier clase parece algo absolutamente fuera de lugar».
70 años de cohete
La tradición de lanzar el txupinazo cumplió ayer 70 años. Finalmente, la referencia que se toma es la del cohete cohete que dispararon Joaquín Ilundain y José María Pérez Salazar, pese a que anteriormente Juan Etxepare ya había iniciado esta tradición. Etxepare prendía la mecha en la plaza del Castillo desde el año 1931. Sin embargo, Ilundain convenció, en el año 1941, al Ayuntamiento para institucionalizar un acto que ahora es uno de los más famosos de estas fiestas y el más emotivo para los iruindarras. Desde 1979, el honor de prender la mecha que da inicio a los Sanfermines ha recaído en miembros del Ayuntamiento, salvo en tres excepciones: el capitán de Osasuna (César Palacios), el presidente del equipo de balonmano Portland San Antonio Fermín Tajadura (2001) y el propio José María Pérez Salazar que lo hizo en 1991, cincuenta años después del primer txupinazo oficial. Su compañero Ilundain había fallecido poco antes.
Cierran el paso a la camiseta de Mariné Pueyo
Dentro del Ayuntamiento, el lanzamiento del txupinazo volvió a vivirse entre polémica. La concejala de la izquierda abertzale, Mariné Pueyo, intentó salir al balcón municipal con una camiseta con los colores de la ikurriña, pero los policías municipales se lo impidieron, llevando a la práctica la polémica Ley de Símbolos. Pese a todo, el nivel de enfrentamiento no alcanzó la gravedad del año pasado, cuando la portavoz de ANV también intentó que la bandera vasca estuviera presente de alguna forma en el balcón y terminó siendo llevada a juicio.
Así, el único gesto en favor del sentimiento vasco que se hizo del Ayuntamiento fue el tradicional «gora San Fermín» de la portavoz del PSN encargada de lanzar el txupinazo, que ni siquiera felicitó las fiestas en euskara a los iruindarras.
Como es habitual, dentro del Consistorio se reunieron, además de los miembros de la corporación, otras personalidades entre las que destacaban el cineasta Juan José Bigas Luna, el productor cinematográfico Chris Cary y el productor musical de grupos como Judas Priest o Led Zeppelin, Bill Curbishliw, junto a su mujer y dos hijos.
Asimismo, estuvieron presentes altos cargos del Gobierno de Nafarroa, como el presidente Miguel Sanz y el eurodiputado del PP, Pablo Zalba. Tampoco se perdió la cita el secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido, que un poco antes se había reunido con el presidente del Gobierno de Nafarroa, Miguel Sanz.
Fuente: GARA
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