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En algunas leyendas estaba casada con Maju ( también llamado Sugaar), y se decía que cuando ambos se juntaban se desataban tormentas.
Otra leyenda dice que Mari se casó con un mortal de Beasain que trató de bautizar a sus hijos. Como ella no era cristiana, se negó a bautizarlos y desapareció
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En la mayoría de las leyendas ella tenía dos hijos: Atarrabi y Mikelats, el primero bueno, malvado el segundo.
En ocasiones también se habla de la cautiva de Mari a causa de una promesa o de una maldición de su madre. Como ejemplo se puede citar el caso de una muchacha de un caserío que se pasaba las horas peinándose. La madre un día le dijo: “ojalá te lleven mil rayos”, y al instante la hija desapareció. Más tarde se apareció en forma de esqueleto humano a un pastor en una cueva de Aizkorri y le explicó como se encontraba cautiva en los aposentos de Mari a causa de la maldición.
Mari desata tempestades, ayuda a quienes creen en ella y a veces hace de oráculo, como en una ocasión en la que un hombre acudió a la cueva del Amboto pare pedirle consejo porque su ferrería no funcionaba, y esta le dio la solución.
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También existía un protocolo al acudir a la casa de Mari que consistía en tutearla siempre, no sentarse nunca aún cuando ella lo pidiera, y salir de la cueva de la misma forma en que se había entrado: es decir, si se hubiera entrado mirando hacia al interior, habría que salir caminando hacía atrás.
Mari condena el robo y la mentira, y castiga quitando el objeto del robo o mentira. Se decía que Mari abastecía sus arcas a cuenta de aquellos que niegan lo que es y afirman lo que no es. Lo dado a la negación, la negación lo lleva. Mari castiga enviando inquietudes y quitando cosas, si son pastores suele llevarse un carnero. El castigo más ruidoso de Mari es el pedrisco, que lanza ella o su hijo Mikelats desde el mundo subterráneo.
Fuente: http://www.forlang.wsu.edu
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